Notas para viajar por libre


             Notas para viajar por libre                                     

Índice
Introducción
Impacto de los viajes y del turismo
Motivos para viajar
Actitudes de los viajeros
Viajar por libre o con viaje organizado
Viajes “alternativos”
Planificar un viaje y tiempo de estancia en un país
El idioma y dificultades del viaje
Consulta de foros, diarios de viajes y blogs
Utilidad de las guías de viaje
Elección de alojamiento y restaurante
Preparando el equipaje
Compras
Robos y timos
Salud del viajero y botiquín
Bibliografía

El viaje no acaba nunca. Sólo los viajeros acaban. E incluso éstos pueden prolongarse en memoria, en recuerdos, en relatos. Cuando el viajero se sentó en la arena de la playa y dijo: “No hay nada más que ver”, sabía que no era así. El fin de un viaje es sólo el inicio de otro. Hay que ver lo que no se ha visto, ver otra vez lo que ya se vio, ver en primavera lo que se había visto en verano, ver de día lo que se vio de noche, con el sol lo que antes se vio bajo la lluvia, ver la sembradura verdeante, el fruto maduro, la piedra que ha cambiado de lugar, la sombra que aquí no estaba. Hay que volver a los pasos ya dados, para repetirlos y para trazar caminos nuevos a su lado. Hay que iniciar de nuevo el viaje. Siempre. El viajero vuelve al camino. (José Saramago. Viaje a Portugal)

Introducción
         Siempre necesitas comenzar un nuevo viaje. Y esa necesidad es como una adicción, que te empuja continuamente hacia un nuevo viaje y cuando éste acaba ya estas pensando en cuando y a donde irás la próxima vez. Si esta pasión por el viaje comienza de joven, cuando se es mas emprendedor y receptivo, te vas dando cuenta de lo mucho que pueden enseñarte otras culturas y de cuanto merece la pena el conocimiento de las cosas nuevas que te depara cada viaje. 
         Las siguientes páginas están escritas desde esta pasión, a partir de la propia experiencia y recogiendo también ideas coincidentes de escritos de otros viajeros.
         Para unos, las siguientes reflexiones e ideas les sonarán a conocido y redundante; para otros, pueden resultar útiles algunas de ellas.
Impacto de los viajes y del turismo
Para muchas colectividades el turismo puede ser el único medio de salir de la pobreza, pero cualquier actividad turística, por respetuosa que pretenda ser, afectará en mayor o menor medida a su forma de vida y en ocasiones, además, puede suponer un impacto ambiental irreversible.
El planteamiento del turismo sostenible, también llamado ecoturismo o turismo responsable, es el de limitar al máximo el impacto negativo del turismo sobre el entorno y la vida de los pueblos anfitriones. El problema ante estas y otras propuestas similares es que el mercado se apropia rápidamente de esos conceptos y los pervierte, adaptándolas a la oferta turística y dando lugar a un producto turístico más.
El turismo tampoco escapa a la mercantilización generalizada de todos los aspectos de la vida y su objetivo principal es también el incitar, en este caso al turista, al mayor consumo posible. No hay que olvidar que el turismo se considera una industria y que está dominada por multinacionales.
El turismo masivo siempre va a tener un impacto negativo, más o menos grande y sólo el viajero individual puede conseguir dejar apenas huella de su paso por un lugar o dejar solo la huella resultante de su relación con otros seres humanos.
Al hablar del impacto general de los viajes, un aspecto fundamental que hay que tener en cuenta es el medio de transporte utilizado para los desplazamientos. 
         El avión es uno de los mayores responsables de la contaminación atmosférica y uno de los grandes contribuyentes al cambio climático. Y hoy por hoy muchos países no exigen a las compañías de aviación tasas y medidas de compensación por su contribución al daño ambiental.  En ocasiones, el único modo de trasladarse de un lugar a otro es el avión, pero siempre habría que plantearse si es ambientalmente sostenible viajar miles de kilómetros para estar unos pocos días en el lugar de destino o si no hay otro medio de transporte menos agresivo para la atmósfera o incluso si podemos cambiar de lugar de destino. En caso de no tener más remedio que utilizar este medio de transporte, al menos habría que intentar limitar o suprimir los viajes aéreos internos en el país de destino.
Otro medio altamente contaminante es el automóvil, que pocos ciudadanos están dispuestos a dejar en casa al ir de vacaciones. Además del impacto ambiental atmosférico hay que tener en cuenta los problemas de congestión y ruido que provoca el uso masivo del coche durante los periodos de vacaciones.
Siempre habría que plantearse si las ventajas de utilizar un avión o un automóvil compensan los inconvenientes y si no es hora de contribuir a mitigar la contaminación atmosférica utilizando en lo posible alternativas de transporte colectivo y que dañen lo menos posible al medio ambiente, como el ferrocarril, el barco o el autobús.

Motivos para viajar
Cada persona puede viajar por cuestiones muy diferentes. Por lo general, es una forma de huir de la monotonía de la vida cotidiana durante un tiempo, ya sea para tumbarse sin hacer nada en una playa, para disfrutar de caminatas  por la montaña o como una forma de conocimiento. Casi todos viajamos con el deseo o la curiosidad de conocer cosas nuevas, distintas a las que ya conocemos: otras culturas, otras personas, otros paisajes, otra gastronomía.
Las vacaciones para la mayoría de la gente son un antídoto contra la rutina diaria del trabajo y un cambio de ritmo. Y siempre que se disponga de un poco de dinero no se debería dejar pasar la ocasión de viajar, por pocos días que sean y sin necesidad de alejarse demasiado. Lo importante es el cambio de ritmo, despejar la mente y olvidar por unos días lo que se viene haciendo durante el resto del año.
Sin embargo, si se dispone de algo de tiempo y dinero (no es necesario mucho), viajar puede suponer una experiencia muy enriquecedora, contactar con culturas diferentes, con hábitos de vida y una gastronomía distintas y el descubrimiento de una gran variedad de paisajes geográficos y humanos. Si disponemos de suficiente tiempo y evitamos el viaje organizado, apresurado y superficial, el resultado final seguramente será satisfactorio.
Las motivaciones para emprender un viaje pueden ser infinitas y todas ellas serán válidas, pero mientras en unos casos el turista pasará por un lugar sin llegar a captar apenas nada de la idiosincrasia de un pueblo o incluso (como en los inclusive tours o viajes “todo incluido”) absolutamente nada, en otros casos puede convertirse en una experiencia que dejará una gran impronta. 
          Cuando una persona contacta por primera vez de manera intensa con un lugar físico, con unas gentes y unas costumbres que le marcan, queda inoculado por un veneno, el veneno del viaje, que le hará esperar con impaciencia la siguiente experiencia viajera. Como decía Saramago, mientras el viajero descubre, el turista sólo encuentra.
En muchas ocasiones, los medios de comunicación y la publicidad “imponen” determinados destinos por moda o intereses económicos y en muchas ocasiones sin que ese destino cuente con atractivos que lo justifiquen. Por el contrario, hay países a los que se les aplican determinados estereotipos negativos, que no responden a la realidad o solo muy parcialmente. Pensemos, por ejemplo, en  los estereotipos que transmiten los medios de comunicación sobre los países musulmanes, en su conjunto, que poco tienen que ver con la realidad que aprecia el que viaja a muchos de esos países. No deberíamos dejarnos influir por esas visiones distorsionadas de la  realidad y precisamente viajar es la mejor manera de darse cuenta de la gran diversidad de culturas, sin prejuicios impuestos.

Actitudes de los viajeros
         Resulta, cuanto menos, vergonzoso encontrar, en el transcurso de un viaje, a personas que se comportan como no lo harían en su propio país, de manera poco respetuosa con las costumbres y hábitos autóctonos. Cuando a alguien le desagradan determinadas particularidades culturales de un país lo mejor que puede hacer es no viajar a él, ya que nadie le obliga. Como la mayoría de las veces ese comportamiento inadecuado proviene de la ignorancia, conviene informarse antes de viajar de lo que nos vamos a encontrar en el destino y, en cualquier caso, fijarnos en la forma de comportarse de sus habitantes. Cuando visitamos un país somos nosotros los extranjeros y los que debemos adaptarnos a las costumbres (en la medida de las posibilidades) y no al revés.
         No está de más leer, antes de partir, libros sobre la historia y costumbres del país, así como intentar aprender algunas palabras y frases básicas de su idioma, cosa que agradecerán las personas a las que nos dirijamos, porque indica una actitud de interés hacia a su cultura.
No debemos destacar nunca, manteniendo una actitud discreta, atentos a cuanto acontece alrededor e intentando aprender de las cosas que desconocíamos. En suma, se trata de ser conscientes de que nuestra cultura no es la única que existe y que por mucho que nos “choque” lo que veamos no necesariamente tiene que ser mejor o peor que aquello a lo que estamos acostumbrados; simplemente, es diferente. Las actitudes altivas, autosuficientes o paternalistas no son buenos indicadores de un viajero.
Por ejemplo, muchos turistas visten pantalones cortos en países árabes, donde tal vestimenta se considera ridícula. Posiblemente nadie les llamará la atención por vestir así, pero puede evitarse y además, si es un país seco y caliente, será más conveniente un pantalón de algodón, largo y amplio, que uno corto. También es muy frecuente el hacer fotografías de personas o de espacios privados sin permiso o hacer determinados gestos cariñosos a los niños o mujeres, en culturas que no es habitual o gritar excesivamente en lugares donde las personas tienen un ritmo pausado. Otra actitud frecuente es la de dar dinero a los niños, cosa que sólo favorece la mendicidad y la dependencia  de la población de las dádivas de los turistas. Si se quiere hacer algún donativo debería hacerse, por ejemplo, a través de alguna asociación no lucrativa.
En general, todo se reduce a algo tan sencillo como intentar pasar lo más desapercibido posible (algo imposible), adaptarse al ritmo del país y tener una actitud abierta y flexible. Más o menos, se trata de seguir el dicho tradicional de “allá donde fueres haz lo que vieres”.
Otra cuestión importante es el manejo de los recursos naturales y el disfrute del medio ambiente. En algunas colectividades el agua, por ejemplo, puede ser un bien muy escaso y debemos contribuir a no malgastarlo, aunque consideremos que pagamos por ella o estemos acostumbrados a derrocharlo en nuestro país. También se deben cuidar los espacios naturales de los que disfrutemos como si de nuestro país se tratase y dejarlos como estaban antes de nuestra llegada, sin dejar ninguna huella. No debe expoliarse el patrimonio natural (ni el cultural) llevándose a casa corales, animales exóticos o determinadas piedras. 
         Por último,  el contacto con comunidades rurales o “minorías étnicas” es especialmente delicado porque suelen tener modos de vida diferenciados muy arraigados, por lo que hay que extremar al máximo nuestra actitud de respeto. 

Viajar por libre o con viaje organizado
         Hay personas que odian viajar a través de una agencia, en un viaje organizado, incluso si se trata de agencias “alternativas” (con viajes a la medida y con pocos viajeros). Otros no viajarían nunca si no se tratara de un viaje de ese tipo. Cada forma de viajar tiene sus ventajas e inconvenientes, aunque vaya por delante que no soy partidario del viaje organizado, excepto si se quiere conocer un país en el que viajar “por libre” es casi imposible por falta de infraestructura de transporte o por otros motivos y que hacen necesario ir con un grupo organizado. Personalmente, en esas circunstancias prefiero no hacer el viaje, pero cada uno viaja como le gusta.
         A continuación, se comentan algunas de las ventajas de viajar por libre. En primer lugar, este tipo de viaje comienza mucho antes que el viaje en sí, con la preparación del mismo. Realmente, el momento de la planificación siempre es una fase en la que se disfruta, ya que hay que buscar información de ciudades, hoteles,  medios de transporte, diseñar un itinerario, calcular si se ajusta a los días disponibles y un sinfín de “problemas” por resolver. En lugar de que escojan por ti, eres tú el que seleccionas las ciudades, senderos, monumentos o playas a donde ir y además, te permite llegar, muchas veces, a lugares donde no llega el turismo masivo.
         Otra ventaja  es la posibilidad de elegir alojamientos y restaurantes adaptados al propio gusto y presupuesto. Actualmente, muchos hoteles disponen de página web y pueden verse fotografías de las instalaciones, precios y servicios e incluso reservar por Internet. En otros casos, tendremos que conformarnos con las recomendaciones de las guías de viajes o de otros viajeros.
         Al ir por libre se puede hacer uso del transporte público (tren, barco o autobús) que, además de más sostenible, permite un mejor conocimiento de la población. Ello no quita para que, en determinadas circunstancias o países, sea recomendable o necesario alquilar un coche, desplazarse en un avión o contratar una excursión en una agencia local para llegar a determinados lugares.
         Tampoco hay que soportar los ritmos frenéticos de los viajes organizados, con grandes madrugones y traslados extenuantes, ni aguantar al vecino gracioso o grosero de turno.
         Entre los inconvenientes encuentro pocos, pero se convierten en muchos cuando el viajero no quiere complicarse la vida en planificar un viaje, comprar billetes, esperar autobuses o trenes, elegir hoteles o restaurantes o enfrentarse con posibles imprevistos. En esos casos, lo mejor es ir a una agencia y contratar un viaje.
Quien hace un viaje organizado con una agencia no tiene que planificar nada: eligen por ti el hotel donde dormir, parte o todos los restaurantes donde comer, te trasladan a los lugares que debes ver y te dicen cuanto tiempo estar en cada lugar. Es decir, “no tienes que preocuparte de nada”, excepto de si no te gusta el hotel o el restaurante o quieres estar más tiempo en un lugar o irte enseguida de él, lo que ya es motivo suficiente de preocupación.
Los imprevistos que pueden surgir en el transcurso de un viaje independiente, siempre que no acaben mal, pueden ser más un aliciente que un inconveniente si constituyen una fuente adicional de enseñanzas y experiencia.
Una cuestión que hay que tener en cuenta es si se viaja solo o en compañía y también en este caso hay ventajas e inconvenientes, que habrá que tener en cuenta.  
Aunque en la mayoría de los países no suele ser peligroso viajar solo, no debería constituir una excusa para no emprender un viaje ya que, en último término, siempre se puede contratar un viaje organizado.
         Con seguridad, las experiencias y conocimiento que tengamos de un país después de visitarlo dependerán mucho de la manera de recorrerlo. A veces, puede ser diametralmente distinta la opinión sobre un país según se trate de una persona que lo ha recorrido por libre o lo ha hecho con un grupo organizado.  

Viajes “alternativos”
Una vez saturado el turismo tradicional de masas, se imponen cada vez más los viajes “alternativos”, como una nueva oferta turística.
Unas veces se trata del turismo solidario, que normalmente implica colaborar con las comunidades locales, a la vez que se comparte su forma de vida. Por un lado el cooperante ayuda a la población que le acoge, aunque sea simbólicamente y en ocasiones hace una pequeña aportación económica y a cambio aprende nuevas formas de vida.
El turismo sostenible o ecoturismo pretendería no dejar ningún impacto en los lugares visitados, colaborar en determinadas tareas de cuidado ambiental o contribuir económicamente con los habitantes de esas zonas para mejorar su entorno y calidad de vida.
Sin embargo, estas formas de turismo, en muchas ocasiones, son simples etiquetas para vender nuevos productos de mercado. Aunque puedan contribuir al desarrollo de determinadas colectividades, casi siempre causan más perjuicios que ventajas ya que propician un cambio de costumbres y estilos de vida de la población. Al  final, este tipo de turismo proporciona  pocos beneficios económicos a estas comunidades y son los operadores turísticos los más beneficiados.
Un  ejemplo llamativo es la oferta que se hace en algunos países, sobre todo asiáticos, de viajes a determinas zonas con el fin de contactar y conocer minorías étnicas. En la mayoría de las ocasiones, simplemente es una especie de espectáculo o un mero intercambio comercial, donde los turistas se limitan a hacer unas cuantas fotos, visitar alguna casa y comprar algún artículo confeccionado por los pobladores. Y desde luego, ni se “contacta” ni se “conoce” lo que es realmente la vida de esas minorías.
         En cualquier caso, este tipo de turismo puede practicarse de manera individual, sin necesidad de entrar en la dinámica comercial de determinadas organizaciones o empresas que organizan este tipo de viajes. 
También está de moda viajar a países que ofrecen “turismo de aventura”, es decir, la posibilidad de practicar cierto tipo de “deportes de riesgo” como rafting, escalada u otros. Cada vez son más los países que, dentro de su oferta turística, incluyen este tipo de opciones, al considerar que son los jóvenes los que más viajan. No entiendo que haya que ir a Tailandia, por ejemplo, para hacer “deportes de riesgo”, a no ser que se considere que si el país en cuestión carece de reglamentación e infraestructuras adecuadas puedan considerarse realmente arriesgados este tipo de deportes. 

Planificar un viaje y tiempo de estancia en un país
Lo primero que se plantea una persona que desea viajar es a qué país ir o si se aprovecha el viaje a un lugar lejano para ver más de un país. Lo normal es que sean tantos los países a los que apetece viajar que la elección sea difícil, aunque las guerras, las catástrofes naturales o la intolerancia limiten cada vez más los destinos.
Para la elección hay que tener en cuenta muchos factores como el presupuesto, días con que se cuenta, época del año o la situación política. Es decir, hay que plantearse cuestiones como que si el país es grande y disponemos de pocos días habría que pensar en ir solo a una zona o a otro país distinto, que si es época alta los precios pueden dispararse, que la situación meteorológica puede ser adversa en determinadas épocas (monzones, altas temperaturas) o que si el país está en guerra no es precisamente muy aconsejable viajar a él. En ocasiones, de tener en cuenta o no este tipo de factores, antes de decidir a donde viajar, puede depender que el viaje resulte gratificante o no.
Viajar puede resultar muy barato y casi siempre lo más caro es el billete del avión, lo que es una razón más para intentar que las estancias en países lejanos sean lo más largas posible y escoger destinos más cercanos cuando se tenga poco tiempo.
Es especialmente importante valorar qué partes del país ver, en función de los días con los que se cuenta. Pretender verlo todo en pocos días puede resultar muy frustrante. Siempre hay que pensar que no es el último viaje que vamos a hacer en nuestra vida, que se puede volver a ese país si nos gusta y que si quedan cosas sin ver en él, hemos de tener claro que en el mundo hay millones de cosas que nos gustaría ver y que, probablemente, no veremos nunca. Es más satisfactorio ver las cosas con tranquilidad, demorándose donde estemos a gusto y acelerando cuando no nos guste un lugar.
Un viajero por libre no tiene que depender de que nadie le organice el viaje. Este tipo de viajero puede ir a un país sin nada previsto de antemano o con una idea muy ligera de lo que ver. Una vez en el  país se dejará llevar por la improvisación, las sensaciones, los impulsos o cualquier circunstancia que le haga viajar en un sentido o en otro. Esta manera de viajar tiene la ventaja de darle un cariz de aventura total, al hacer el viaje “sobre la marcha” y en función de lo que va surgiendo durante su transcurso.
Aunque la manera anterior de viajar  tiene su encanto, otra forma, a mi entender más atractiva, es la de planificar el viaje lo mejor posible, dejando siempre un margen al cambio, según se desarrolle el viaje. En este caso, se trata de “estudiar” antes de viajar una o varias guías de viajes y en algunos casos leer literatura de viajes que nos proporcione información sobre determinados aspectos del país. También tiene una cierta utilidad la consulta de foros, blogs o relatos en Internet.
En función del tiempo disponible, apetencias e intereses, se puede hacer un itinerario de ciudades y lugares cercanos a ellas. Se pueden buscar distancias entre las ciudades, medios de transporte entre ellas, posibilidad de senderismo o cualquier otro aspecto que pueda interesar para el viaje. Puestos a planificar se puede elaborar una lista de sitios web de interés (foros, relatos, instituciones, etc.) e incluso hacer un presupuesto aproximado (conveniente). Como se indica en otro lugar, se puede confeccionar una lista de alojamientos seleccionados, con sus características (dirección, web, precio, servicios).
También conviene tener en cuenta otras circunstancias como la posible coincidencia con el Ramadán, si vamos a viajar a un país musulmán, la vestimenta adecuada para el tipo de cultura y clima, fiestas importantes (que puedan interesarnos o que hay que prever por la cuestión del alojamiento), temperatura y climatología de las zonas a la que se va a viajar y, muy importante, condiciones sanitarias y vacunas o medidas de prevención recomendables.
La preparación  previa de posibles itinerarios, hoteles, excursiones y otros detalles constituirá, en muchos casos, una parte fundamental del propio viaje y la persona que lo prepara puede disfrutar de antemano de lo que le deparará su realización.       
         Al planificar el itinerario puede establecerse el número de días de estancia aproximada en cada lugar, en función del interés potencial, lugares a ver, la distancia con la ciudad anterior o siguiente y otros factores, teniendo en cuenta que es un cálculo aproximado y que la realidad nos marcará que estemos más o menos tiempo en el sitio.  
         Puede ser útil tener pensados lugares alternativos para visitar en el caso de que haya tiempo adicional y además, calcular varios días extras por si decidimos prolongar la estancia en algún sitio, surgen complicaciones en el transporte, hay que descansar por enfermedad transitoria o surge algún imprevisto que impida proseguir el viaje según los planes previos. Es decir, la planificación de los días de estancia debe ser sólo orientativa y poder ir variando los planes a lo largo del viaje, teniendo siempre en cuenta el día de regreso. 
         No parece muy conveniente tener comprados con antelación todos los billetes de los transportes internos que se van a hacer a lo largo del viaje o incluso, como hacen algunos viajeros, reservar todos los hoteles antes de partir. Esto te ata de pies y manos, como si se tratara de un viaje organizado y si surge algún imprevisto impedirá cambiar los planes sobre la marcha.
El tiempo de estancia en un país dependerá, entre otras cosas, de los días disponibles y además, a algunas personas no les apetece dormir demasiado tiempo fuera de casa. Pero no parece razonable, como intentan convencernos algunas agencias de viaje, hacer un viaje de siete o diez días al otro lado del mundo, ya que solamente la adaptación física y psíquica se comerá parte de ese tiempo. Además, es absurdo querer conocer en tan poco tiempo, ni siquiera superficialmente, un país.
También habría que tener en cuenta el impacto ambiental que supone la utilización del avión para trasladarse lejos para una estancia corta. Lo lógico es que si se dispone de pocos días se vaya a un lugar más cercano y se reserven los destinos lejanos para cuando se cuente con mucho más tiempo. Otra cuestión a considerar es que, en muchas ocasiones, el avión a un país lejano es muy costoso, a veces tanto o más que permanecer en ese país durante un periodo más o menos largo.  
Algunas personas aprovechan la visita a un país para intentar ver uno o más  países que tienen frontera con él. Aquí, además del factor tiempo (no es lo mismo disponer de quince  días que de dos meses) hay que tomar en consideración otras cuestiones.
Si se va a un solo país se podrá sacar más partido del viaje y disfrutarlo con más sosiego. Pero en ocasiones se puede aprovechar el viaje para ver una zona específica de un país vecino y que quizás no tengamos ocasión de poder ver en el futuro. Por ejemplo, si no se conoce Angkor (Camboya) y se viaja a Tailandia o a Vietnam posiblemente merezca la pena hacer un viaje específico de varios días a ese lugar maravilloso, por si no hay otra ocasión posterior de volver allí.

El idioma y dificultades del viaje
         Un viaje se disfruta mucho más cuando podemos comunicarnos con la gente, preguntar e intercambiar opiniones y para ello hay que conocer el idioma, aunque su desconocimiento no debería ser un impedimento para viajar a ese país.
Aunque el inglés facilita viajar a muchos lugares, son también muchas las personas que no lo entienden ni lo hablan. En lugares más turísticos y en el sector del transporte y de la hostelería suelen haber empleados con un conocimiento, al menos elemental, del inglés y conocer este idioma puede facilitar muchas gestiones. Por otra parte, muchas  informaciones de trenes o autobuses o menús de restaurantes estarán en inglés. Sin embargo, suele ser suficiente un conocimiento básico para entender esa información, aunque no sea posible mantener una conversación.
         En países de gentes hospitalarias y amables, bastarán señas y unas pocas palabras en inglés o en su propio idioma para poder movernos sin problemas. Los autóctonos suelen agradecer que el visitante haga un esfuerzo por aprender algunas palabras o frases en su idioma. Aunque algunos idiomas requieren un esfuerzo demasiado grande, en otros es muy sencillo aprender un pequeño vocabulario. No está de más llevar un pequeño diccionario o una libreta para anotar las palabras más usuales.
         Si la comunicación con la población no es posible siempre quedará el poder disfrutar del paisaje, de la gastronomía o de los monumentos del país. Y en cualquier caso, la observación de comportamientos y actitudes de la gente es algo que nos enseñará muchas cosas de su cultura.

Consulta de foros, diarios de viajes y blogs
         Dentro de la planificación de un viaje, la consulta de este tipo de recursos y otros similares, disponibles en Internet, pueden tener un cierto valor, sobre todo si se sabe separar la información interesante de la que no lo es. En la mayoría de los foros, una gran cantidad de contenidos se basan en preguntas, en muchas ocasiones de escaso interés y pocas respuestas prácticas. Sin embargo, entre el montón de mensajes siempre hay algún dato o alguna opinión, sobre todo de personas que conocen más a fondo el país, que aportan información de interés. 
         Con los blogs y relatos de viajes  ocurre algo similar. La mayoría son narraciones insulsas, pesadas, de consumo familiar y que aportan poco a la hora de planificar un viaje, aunque siempre pueden encontrarse aportaciones valiosas.
         Hay foros sobre casi cualquier país o zona geográfica y para todos los gustos, aunque habrá que estar muchas horas leyendo mensajes insulsos para encontrar alguno válido. 
         Este tipo de recursos pueden tener mayor utilidad cuando se trata de encontrar personas con las que compartir un vehículo o para buscar compañeros de viaje. 

Utilidad de las revistas y guías de viajes
Las revistas de viajes tienen un interés muy escaso. Tras portadas muy impactantes suelen encontrarse artículos más o menos bien escritos pero que suelen profundizar poco en la realidad del país y ofrecen escasos datos prácticos. Pueden servir como “aperitivo”, para hacerse una idea muy general y superficial del país y la multitud de fotografías que habitualmente acompañan a los textos pueden ayudar a ilustrar un destino apetecido. Como este tipo de revistas normalmente son caras hay que pensar, antes de comprarlas, si realmente merece la pena el gasto.
Algunos diarios también cuentan con suplementos semanales de viajes que, con frecuencia, son un cúmulo de lugares comunes y un modo de incitar al consumismo más estúpido, cuando no son pura propaganda de agencias, hoteles o restaurantes.
Si  se viaja por libre si resulta interesante consultar una o varias guías de viajes que nos den información sobre medios de transporte, lugares de interés, hoteles, restaurantes, excursiones  o incluso una apreciación del interés cultural o gastronómico que pueda tener un lugar, a juicio del autor de la guía. También resultan útiles cuando incluyen mapas o esquemas de las ciudades, con la ubicación de los lugares de interés, estaciones de transporte, hoteles y restaurantes. 
         Lamentablemente, guías buenas, que ofrezcan una información completa, hay pocas. Muchas guías se limitan a ofrecer datos históricos o culturales, en ocasiones muchas fotos y muy pocos datos prácticos. Estas últimas guías están pensadas para satisfacer al usuario de viajes organizados.
En español hay muchas menos guías que sean realmente útiles y que tengan una  actualización frecuente. Aquellos que dominen otros idiomas pueden plantearse la opción de utilizar guías en esos idiomas.
Ninguna guía, incluso la más completa, debería seguirse nunca al pie de la letra y siempre debe considerarse como una herramienta auxiliar. Hay que tener en cuenta  que está escrita por uno o varios autores con gustos, preferencias y manías que pueden no coincidir con las nuestras. Servirá, sobre todo, para la planificación del viaje: datos para la selección de hoteles, indicaciones sobre transporte para llegar y salir de cada ciudad, excursiones, etc.
La información sobre restaurantes en ocasiones puede ser útil, pero en este aspecto casi todas las guías suelen fallar bastante y solo a veces coinciden con nuestro gusto y bolsillo. Lo recomendable es guiarse por el olfato, la vista o lo que nos  indiquen los autóctonos.
Existen guías excelentes como la Rough Guide, de la que se tradujeron algunas al español, pero que actualmente solo puede encontrarse en inglés, en librerías especializadas. La guía Trotamundos, versión española de una guía francesa muy popular, aunque ha mejorado mucho con el cambio de editorial, todavía deja mucho que desear, en cuanto a profundidad y extensión, como herramienta para la preparación de un viaje. La Guía Azul también deja mucho que desear, con muchos errores y poco actualizada.
Sin duda, la guía más popular y más vendida en todo el mundo sea la Lonely Planet. Su actualización es más frecuente que las demás y ofrece más información práctica para viajar por libre. Personalmente, no me gustaba esta guía y siempre he intentado utilizar otras, porque era más probable encontrar un hotel lleno si lo recomendaba ella. Tampoco me ha convencido nunca el tratamiento generalmente “neutro” de sus contenidos, así como algunas apreciaciones sobre lugares de interés que no coincidían con mi valoración. También es discutible que demasiadas veces "publiciten" empresas turísticas.
Sin embargo, después de muchos viajes y de la consulta de otras guías he tenido que reconocer que hay razones de peso para desbancar a la competencia, pues es la que ofrece una ayuda más extensa,  práctica y actual para el viajero independiente.
Bajo mi punto de vista, en la Lonely Planet se podría destacar la información que ofrece del modo de llegar y salir de una localidad con transporte público y la amplia gama de hoteles seleccionados para todos los bolsillos. Lo peor posiblemente sean algunas de las excursiones recomendadas y la insistencia que, en algunas ocasiones, se hace de determinados circuitos comerciales.

Elección de alojamiento y restaurante
         Ya se ha indicado que algunas guías pueden ayudar mucho a la hora de elegir los alojamientos y generalmente muestran una selección para distintos bolsillos. Además del precio, que es fundamental y que es un elemento que puede encarecer considerablemente un viaje, una vez decidida la categoría conviene intentar localizar el establecimiento en Internet para consultar los precios actualizados, los servicios que ofrece, su ubicación y otros datos.  
Hay personas que reservan los hoteles para todo el viaje, pero ello obliga, en cierto modo, a tener que ceñirse a unas etapas más rígidas. Lo mejor es reservar el primer día, ya que se llega cansado y además, si por desgracia pierden el equipaje en el viaje siempre se puede dar una dirección de referencia para que te lo devuelvan cuando lo encuentren.
Es bastante práctico hacer una lista de hoteles seleccionados, a ser posible por orden de preferencia según su precio, servicios, localización y otras características, en cada uno de los lugares que se van a visitar, para ir reservando a medida que se viaja o bien dirigirse directamente a ellos, sin reserva. En la lista, pueden situarse, seguidos, los hoteles que estén próximos entre sí, para poder ir fácilmente de uno a otro, en caso de que no nos interese el primero. La selección previa tiene la ventaja adicional de que, si a la llegada a un lugar, te atosigan personas ofreciendo alojamiento puedes decir que ya tienes uno y así ahuyentarlos.
Si se dispone de un mapa de la ciudad (por ejemplo, en la propia guía), conviene hacerse una idea general de la misma: situación de las estaciones de autobús y/o ferrocarril, aeropuerto, centro, playas o cualquier otra referencia  que pueda ser de ayuda para ubicar los hoteles seleccionados. Puede ser interesante dar preferencia a un alojamiento cerca de la estación de autobús, si se viaja por este medio o preferir que tenga una ubicación céntrica.
Al llegar a un hotel conviene ver previamente una o varias habitaciones, preguntar condiciones y precio (en algunos países se puede regatear el precio). En muchas ocasiones, una página web muestra una habitación que no se corresponde con la realidad. 
         En cuanto a los restaurantes, como se ha indicado, lo mejor es preguntar en el propio hotel o a algún lugareño y guiarnos mucho por el olfato y la vista.
         Si un establecimiento está lleno de gente del lugar seguramente se comerá bien y a buen precio. Resulta un poco chocante ver restaurantes a rebosar de lugareños junto a otros solamente con turistas, que quizás han acudido llamados por una decoración de tipo occidental o porque las mesitas están iluminadas con velas o simplemente porque ya hay turistas en el local (“turista llama al turista”). En estos casos, puede que la calidad esté bien pero seguro que los precios son mucho más elevados. También habría que huir de los restaurantes cercanos a monumentos o lugares muy turísticos porque normalmente los precios se dispararán. Otra cuestión básica es que tengan una carta y precios visibles.
         También hay que tener en cuenta en muchos países, como los asiáticos, los puestos de comida callejeros o en mercados, que suelen servir comida muy sabrosa y a precios de risa. En estos casos hay que observar las condiciones sanitarias, el tipo de comida que sirven y comprobar que acude mucha gente a ellos.
         Y al hablar de gastronomía, hay que tener en cuenta que es un elemento clave de la cultura de un país. Es inaudito que alguien se vaya de un país sin probar su cocina.

Preparando el equipaje
La máxima que debería regir siempre es la de ir ligero de equipaje. Se tiende a llevar muchas cosas “por si acaso” y que luego no se utilizan en todo el viaje o cargar con demasiada ropa, para lavar lo menos posible.
Hay que plantearse si es necesario cargar con un montón de medicinas y si, en el caso improbable de que necesitemos alguna, no puede adquirirse en el país al que vamos (el tema del botiquín se comenta en otro lugar), pensar si merece la pena ir cargado del chubasquero dado que en nuestro destino no suele llover o sólo llueve esporádicamente o llevar una camisa y un pantalón para cada día. Aún sin exagerar, siempre llevamos más de lo necesario.
Lo más útil es ir lavando durante el viaje, sobre todo la ropa interior y coger la menos posible o incluso comprarla en el país de destino, si es necesario. No debería llevarse más ropa que la necesaria para una semana o dos, aproximadamente. 
No es mala idea hacer una lista amplia estándar que incluya todas las posibles cosas que puedan servir para un tipo de viaje u otro. De este modo, evitamos tener que pensar cada vez que viajemos en lo que hay que llevar y además no nos olvidaremos nada. Es decir, se trata de hacer una lista que incluya cosas que siempre llevaremos a cualquier viaje, junto a otras que solamente necesitaremos en algunos.
         Además de la cantidad, hay que valorar si viajar con maleta o con mochila y adaptar el equipaje a lo elegido. 
La libertad de movimientos que proporciona una mochila no la tiene la maleta, aunque ésta última  permite llevar más ordenado el equipaje. También dependerá de si se piensa viajar en transporte público o alquilar un automóvil.
Personalmente prefiero la mochila, sobre todo para viajes largos, en los que hay que utilizar muchos medios de transporte o en los que presumiblemente hay que hacer algunos desplazamientos a pie, subir cuestas o escaleras. Sobre todo, permite limitar al máximo el equipaje y considero que es más cómodo de llevar una mochila que una maleta.
En cualquier caso, siempre conviene llevar una mochila pequeña para hacer excursiones cortas. También es importante que el equipaje lleve una etiqueta con nuestros datos, por si se pierde.   
No es mala idea hacer un presupuesto, aunque sea aproximado, para decidir cuanto dinero llevamos en metálico, así como si llevamos tarjeta de crédito o la dejamos en casa. Pero si tenemos tarjeta de crédito es interesante llevarla porque nos puede sacar de un apuro o permitirnos llevar menos dinero en metálico.
Lo de ir cargado de “tecnología” también dependerá del tipo y necesidades del viajero pero no parece lógico que si se quiere ir ligero de equipaje vayamos cargados con portátil, teléfono móvil, etc.  Si el viaje es corto y por un país desarrollado, donde el wifi gratuito está muy extendido y el acceso en un cibercafé suele ser muy caro, puede ser interesante llevar ordenador, móvil o tableta. Sin embargo, ir a  cualquier país en desarrollo cargado de todo ello no tiene demasiado sentido, ya que el acceso a Internet suele ser muy sencillo y barato.

Compras
         Los hábitos consumistas tan arraigados en nuestra sociedad occidental hacen que muchas personas dediquen gran parte de su viaje a visitar tiendas y hacer compras.
         Al margen de esos hábitos consumistas siempre es bonito comprar algún objeto característico del país: ropa, cerámica, productos gastronómicos, etc. Pero, desgraciadamente, la globalización ha conseguido que, en la actualidad, sean pocos los objetos auténticamente autóctonos. En la mayoría de los países se compran casi las mismas cosas y la mayoría de ellas fabricadas en China.
         Las compras no deberían convertirse en lo más importante del viaje y deberían hacerse con calma. Lo mejor es comprar a lo largo del viaje, cuando paseando vemos algo que nos gusta. Siempre es mejor comprar en la zona donde se fabrica un producto, pues habrá más variedad y con mejores precios. Si encontramos algo que nos gusta y no lo compramos pensando que al final del viaje podemos encontrarlo, quizás luego no lo encontremos, haya menos variedad o sea mucho más caro. Si podemos cargar con la compra, es mejor no dejarlo para el final. Además, así evitamos el agobio de las compras del “último día”.

Robos y timos
En cualquier ciudad de cualquier país podemos ser objeto de un robo o de un timo, aunque en el riesgo influye el grado de desarrollo turístico de una zona y factores de tipo económico, cultural o incluso religioso.
En general, en cualquier lugar habrá que guiarse por el sentido común. Siempre aumenta el peligro en las grandes ciudades y dentro de éstas, en las zonas más desfavorecidas y sobre todo en horas nocturnas, por lo que se trata simplemente de evitar esas circunstancias o extremar las precauciones.  
Hay que tener en cuenta consideraciones tan básicas como que en los barrios marginales, con un alto nivel de pobreza, suele haber una mayor tasa de robos o que en países musulmanes los robos suelen ser más escasos, por razones religiosas o que en zonas rurales el nivel de seguridad suele ser mucho mayor que en zonas urbanas.
Medidas de sentido común pueden ser el desprenderse de joyas para viajar, evitar los “uniformes” turísticos (máquina de fotos en bandolera, etc.), llevar bien sujeto el bolso de mano o esconder el dinero en un lugar poco visible, entre otras medidas.
Aunque las zonas de mucho turismo generalmente cuentan con mayor vigilancia, también son lugares más atractivos para el robo o el timo. Las aglomeraciones, como los mercados o las estaciones de transporte suelen ser los lugares favoritos de los ladrones.
Pero en ningún caso hay que obsesionarse por el peligro de un posible robo porque puede amargar un viaje. Extremar las precauciones suele ser suficiente y ello debe hacerse aunque no exista sensación de peligro ya que muchas veces podemos ser objeto de un robo en lugares inesperados. No está de más informarse con antelación de si en una ciudad o zona existe un alto nivel de robos y de su naturaleza.
Algunas precauciones básicas pueden ser las siguientes. Llevar siempre el dinero encima (no en un bolso), preferiblemente en varios lugares. Deben evitarse las “riñoneras”, que son demasiado visibles y usar bolsas o carteras que puedan esconderse debajo de la ropa, en la cintura o el tórax.
Una alternativa es dejar las cosas de valor en el hotel, si existe caja de seguridad. Si no es el caso, tampoco debe dejarse en el hotel nada de valor, sobre todo en horas de limpieza, ya que pueden desaparecer unos pocos billetes  y no detectarlo. Sin embargo, en una zona “insegura”, por la tarde-noche puede ser más seguro dejar el dinero escondido en el hotel, que llevarlo encima por la calle.
Del  pasaporte y billetes de avión (y otros documentos como seguro, etc.) debe hacerse una fotocopia, antes de emprender el viaje e incluso dejar depositada una copia en el buzón de correo electrónico. Los originales se deben dejar bien escondidos en el equipaje o en la caja fuerte del hotel, junto al grueso del dinero y llevar encima la fotocopia del pasaporte.
No debe dejarse nada de valor en los bolsillos externos de bolsos y mochilas e incluso no está de más enganchar dentro de los bolsos los objetos de valor (por ejemplo, la máquina de fotos) con un mosquetón.          No llevar nunca encima la tarjeta de crédito si no se va a utilizar. Por otra parte, debe hacerse el menor uso posible de ella, sobre todo en restaurantes o tiendas ya que cada vez es más frecuente la clonación de la tarjeta. Siempre hay que estar delante y atentos cuando manipulen la tarjeta. Los lugares más útiles para su uso son para el pago de hoteles y de billetes de transporte y para obtener dinero de cajeros, en caso necesario. 
Finalmente, hay que tener en cuenta que seguramente en la ciudad donde vives exista más posibilidad de robo que en las que estas visitando, pero que al estar acostumbrado a ella no te percates de ese peligro potencial. 

Salud del viajero y botiquín
Casi todas las guías incluyen una sección de salud y en todas ellas repiten lo mismo, al margen del país del que se trate. En general, tienen poca utilidad en la época de Internet.
Hay buenas páginas web para conocer los peligros y advertencias sanitarias y las recomendaciones de vacunas y de medidas preventivas. En este tema es mejor no hacer caso de las opiniones vertidas en los foros, muchas de ellas disparatadas y consultar directamente las web de organismos o asociaciones fiables o acudir a algún centro de medicina del viajero, si existe en nuestra ciudad.
Una de las primeras cosas que hay que contemplar cuando se proyecta un viaje es si hay que ponerse alguna vacuna ya que, en ocasiones, hay que hacerlo con bastante antelación a la fecha de partida. No conviene dejarlo para última hora.
Al margen de los peligros y recomendaciones específicas para un país determinado, en todos hay que seguir una serie de recomendaciones generales básicas, sin excepción, respecto al agua o la comida: utilizar siempre agua envasada o potabilizada, no comer alimentos crudos y lavar las manos con frecuencia.
No hay que amargarse pensando en la posibilidad de enfermar a lo largo de un viaje. Puede ocurrir, pero si se toman las medidas básicas será mucho menos probable.
No obstante, tanto en las guías de viajes como en los servicios de sanidad exterior suelen exagerar un poco en cuanto a las vacunas necesarias para viajar y hay que valorar si realmente necesitamos todas esas vacunas o solo algunas. Eso dependerá de si se trata de una estancia prolongada o no, si se van a visitar regiones remotas, y otras circunstancias. Por ejemplo, en un país con un alto índice de malaria hay que tener en cuenta si es época de lluvias y que zonas se van a visitar y valorar si conviene tomar medicación para su prevención, con las posibles complicaciones que podría conllevar, o si se lleva medicación para su tratamiento, en el caso de que aparezcan los síntomas.
En los centros de salud del viajero suelen contemplar de manera más personalizada las medidas de prevención necesarias, aunque también pueden orientarnos adecuadamente algunas páginas web.
Sobre el botiquín que conviene llevar dependerá, principalmente, del país al que vamos a viajar y del tiempo de estancia. Si en el país de destino es sencillo conseguir medicinas y además, va a ser una estancia corta hay que llevar solo lo más indispensable o que nos pueda servir en una urgencia (antidiarreico, antihistamínico, etc.).
Si viajamos a un país con dificultad de acceso a medicamentos básicos podemos donar los nuestros, al final del viaje, a alguna institución, como un hospital.
Las guías de viajes suelen insistir mucho en la conveniencia de hacer un seguro, pero para una estancia larga puede ser caro. Habrá que valorar si merece la pena, según el nivel de riesgo sanitario del país de destino, el tiempo de estancia y el coste del seguro. Pero, en general, deberíamos hacer un seguro.

Bibliografía
BOURDEAU, PHILIPPE; CHRISTIN, RODOLPHE. (2012). Ociosidad bien gestionada. En: Dossier Turismo o la industria de la evasión: Le Monde Diplomatique, Agosto, pag. 15
CAIRE, GILLES.(2012) ¿A quién benefician las vacaciones. En: Dossier Turismo o la industria de la evasión: Le Monde Diplomatique, Agosto, pag 16-17
LLORENS ESTAPÉ. JORDI; ALONSO, CRISTINA (2000). La vuelta al mundo en 80 lunas. Barcelona, Sirpus
MARIOTEGUI, ITZIAR; STRUBELL, PABLO (2012). Como preparar un gran viaje. Ed de los autores (www.ungranviaje.org)
SARAMAGO, JOSÉ(1992?) Viaje a Portugal. Barcelona, Círculo de Lectores

5 comentarios:

  1. me ha gustado mucho la página; como sugerencia pondría la mejor época del año para ir al país de destino

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    1. Gracias por tu observacion pues la informacion de cuak es la mejor epoca del año para ir a un pais es un dato importante. Hemos pensado muchas veces incluir esa informacion pero como, excepto los jubilados, la gente tiene que atenerse a unas fechas concretas para poder viajar no lo hemos incluido nunca pero al menos en algunos casos nos plantearemos incluir ese dato.
      Saludos
      Jandro y Lola

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  2. Los viajes son un momento de alegría y descubrimiento, una oportunidad para poder aprender cosas nuevas. Adoro Viajar Solo

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    1. Totalmente de acuerdo. Y viajar solo tiene muchas compensaciones que son imposibles viajando acompañado, aunque tambien tenga sus contras. Viajar es como carburante para la mente en este mundo cada vez mas zombi.
      Un abrazo
      Jandro y Lola

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